En la mayor parte de las empresas familiares hay un desorden en donde se mezclan el patrimonio empresarial con el patrimonio familiar. Esto sucede porque en el momento fundacional, el dueño/a pone a disposición de la organización su propio capital. Sin embargo, cuando la empresa crece, sus sistemas se complejizan e ingresan nuevas generaciones a la empresa, es importante diferenciar ambos "bolsillos".
Así como se planifica la utilización de los recursos de la empresa, lo mismo debe suceder con el patrimonio de la familia. Estas son algunas ideas para lograrlo:
1) Alcanzar acuerdos familiares y firmar un Protocolo Familiar donde la familia regule la relación entre ambos patrimonios y la utilización de activos y recursos.
2) Poner en práctica órganos de gobierno: un Consejo de Familia para la Empresa Familiar y un Family Office para la Familia Empresaria.
3) Educar a los futuros accionistas para que tengan las herramientas que les permita cuidar y mantener los patrimonios.
4) Profesionalizar la empresa a través de sistemas de gestión y control.
Al trabajar con Familias Empresarias intento transmitir la idea expresada por Wengrover, Lowenhaupt y Trone (Patrimônio x Liberdade, 2019): el patrimonio familiar es más que el capital financiero, también esta conformado por el capital intelectual y el capital social.
Por eso, deben sumarse más consejos para cuidar el patrimonio:
5) Invertir en la educación de las nuevas generaciones brindando herramientas para que puedan desarrollar nuevos negocios -conectados o no con la empresa familiar-.
6) Generar espacios para el intercambio: no solo podrán aparecer buenas ideas sino que además se fortalecerán las relaciones personales.
No hay negocio que pueda prosperar sin una adaptación continua a los cambios en el mercado, y no hay patrimonio familiar que pueda resistir sin una armónica relación entre los socios.
El mejor legado que podrás dejar es el conocimiento y lazos familiares fuertes.
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